DEMOCRATIZAR LA ESCUELA

Escuela, Democracia y Comunidad Organizada

09 de Septiembre 2013

El concepto de democracia es tan amplio que resulta imposible de abarcar en su totalidad. No obstante, presentaremos algunas definiciones de referentes académicos, políticos y sociales, con el objetivo de brindar una mirada general que nos permita tener una base de sustentación teórica común.

Etimológicamente la democracia (demokratia) está compuesta por dos elementos: demos, que significa “pueblo”, y kratos, que significa “poder”, es decir, el “poder del pueblo”. En suma, podría inferirse que por definición es en el pueblo de donde emana el poder público, y que por lo tanto, es él quien decide sobre los asuntos más relevantes de la comunidad (polis).

Robert Dahl, desde un punto de vista teórico-académico, propone algunos criterios para entender de qué hablamos cuando decimos democracia: 1- PARTICIPACIÓN EFECTIVA: El ciudadano participa efectiva y libremente en el sistema democrático, de forma tal, de que antes que se adopte una política por la asociación, todos los miembros deben tener la oportunidad de que sus puntos de vista sobre como tenga que ser la política sean conocidos por los otros miembros. 2- IGUALDAD DE VOTO: Cuando llegue el momento de votar, cuando se tenga la decisión final sobre la política, todo miembro debe tener una igual y efectiva oportunidad de votar. Todos los votos valen lo mismo, sea quien sea el que vote. Para así evitar ó discriminar los sistemas democráticos con el voto calificado. 3- COMPRENSIÓN ILUSTRADA: Todo miembro debe tener oportunidades iguales y efectivas para instruirse sobre las políticas alternativas relevantes y sus consecuencias posibles. 4- CONTROL FINAL SOBRE LA AGENDA: Deben tener la exclusiva oportunidad de qué asuntos a tratar quieran poner en la agenda. De tal forma que las políticas siempre están abiertas a cambios introducidos por sus miembros, si ellos lo deciden. 5- INCLUSIÓN DE LOS ADULTOS: No importa si los ciudadanos son de 16, 17 ó 20 años, el criterio es incluir a la mayor cantidad de adultos capacitados posible[1].

Claramente estos criterios forman parte de una definición abstracta siguiendo el criterio de tipo ideal weberiano. No obstante, nos permite establecer un marco general de reglas, normas (escritas y consuetudinarias) y procedimientos que todo sistema democrático debe al menos considerar.

Por ello, aclara Dahl que ningún Estado ha poseído jamás un gobierno que haya estado completamente a la altura de los criterios de un proceso democrático. Estos criterios pueden servir como guías para conformar y reajustar determinados arreglos, constituciones, prácticas e instituciones políticas.

“¿Es realista pensar que una asociación pueda llegar alguna vez a satisfacer plenamente estos criterios? Por decirlo con otras palabras, ¿puede una asociación real llegar a ser plenamente democrática? ¿Es posible que en el mundo real todo miembro de una asociación tenga de verdad iguales posibilidades de participar, de obtener una comprensión informada de los asuntos, y de influir en la agenda? Probablemente no. Pero en ese caso, ¿son útiles estos criterios? ¿O son meras ilusiones, esperanzas utópicas de lo imposible? La respuesta, formulada de modo simple, es que son tan útiles como pueda serlo cualquier estándar ideal, y son más relevantes y eficaces que muchos de ellos. Nos ofrecen una medida a partir de la cual podemos evaluar las actuaciones de asociaciones reales que se pretenden democráticas. Pueden servir como guías para conformar y reajustar determinados arreglos, constituciones, prácticas e instituciones políticas. Para todos aquellos que aspiran a la democracia pueden suscitar también cuestiones relevantes y ayudar en la búsqueda de respuestas”[2].

Por tanto sabemos que cuando hablamos de democracia lo hacemos parados desde un modelo teórico determinado que no permite contrastarlo con la realidad efectiva y comparar que grado e intensidad de democracia tenemos.

Desde la Ciencia Política suele definirse a la democracia como un conjunto de reglas procedimentales para la toma de decisiones colectivas, en las que está prevista y propiciada la más amplia participación posible de los interesados. 

En este sentido, la democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva de los miembros del grupo. En sentido estricto, la democracia es una forma de gobierno, de organización del Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que les confieren legitimidad a los representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.

Shumpeter afirma que en comunidades pequeñas es concebible que todos los individuos que la constituyen participen efectivamente en todas las obligaciones de la legislación y la administración.

Este punto nos permite ingresar en la segunda variable que queremos analizar: la escuela. En términos generales, las escuelas son ámbitos relativamente pequeños, donde diferentes actores interactúan en pos de diversos objetivos.

Pese a ello,  en la actualidad muchos establecimientos escolares continúan reproduciendo culturas, prácticas, procedimientos y sistemas que distan mucho del ideal democrático que expusimos más arriba. Esto se debe a diferentes variables que exceden a este trabajo, pero que todos los actores del sector conocen y muchas veces padecen.

Entonces, a priori, la escuela parece ser un ámbito propicio para que la democracia tome cuerpo y se robustezca, favoreciendo la participación de los alumnos, docentes, no docentes, autoridades, familiares y personas de la comunidad.

Al efecto, en nuestra provincia –Buenos Aires- en el año 2011 se dictó el Decreto 2299 que es el nuevo Reglamento General de las Instituciones Educativas, que propone una nueva institucionalidad escolar. Así  con la creación normativa de espacios y ámbitos de participación escolar,  se posibilita un cambio trascendente de “lo establecido”. Deviene pues una nueva cultura desde la toma de las decisiones, la gestión, la comunicación entre los diversos actores, la plural intervención y opinión en todos los temas de la comunidad educativa. Ha quedado definida una nueva ecuación del “poder” escolar abierta, plural y democrática.

Por citar simplemente otro ejemplo (y sin intención de reducir el tema) hace algunos días se sancionó la ley 26.877 que prevé  que las autoridades educativas de todo el país "deben reconocer los centros de estudiantes como órganos democráticos de representación estudiantil", además de "promover la participación y garantizar las condiciones institucionales" para su funcionamiento. También, contempla que "cada una de las instituciones educativas tendrá su centro de estudiantes" y establece que participarán de esos espacios "todos aquellos que acrediten ser estudiantes de la institución educativa, sin otro tipo de requisito".

Por otra parte, señala que "los centros de estudiantes elaborarán su propio estatuto en correspondencia con la legislación nacional y de cada jurisdicción", y subraya que "en aquellos casos en que las disposiciones de esta ley se vieran incumplidas, los estudiantes y sus órganos de conducción podrán elevar su reclamo a la autoridad jurisdiccional o nacional, según corresponda".

La participación de los jóvenes en las decisiones de la escuela resulta de vital importancia, dado que son uno de los actores principales del sistema. Claramente se requiere de la articulación con los docentes, no docentes y autoridades, para que todos juntos puedan construir una escuela mejor para todos, inclusiva y participativa.

El mismo Juan Perón nos enseña en “La Comunidad Organizada” que “…Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto, en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia. Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no sólo su presencia muda y temerosa”[3]

Claramente participar no significa imponer. Todos los actores deben someterse al conjunto de reglas, normas y procedimientos democráticos (de los que hablamos más adelante), que delimitan las acciones y funciones que cada uno tiene permitido llevar adelante y cuáles no.

Sin lugar a dudas, la escuela es espejo y reflejo de la sociedad en que está inserta. Resulta ser un ámbito ideal para gestar transformaciones y sembrar cambios. Como sostiene y enseña el compañero Prof. Miguel Arzel: “- Si una institución educativa privilegia la convivencia democrática instalando un clima de participación, respeto mutuo y solidaridad entre sus protagonistas; - Si enseña el verdadero sentido de una formación ética y ciudadana, y pueden practicarla; - Si negocia y acuerda determinados criterios, reglas, normas que han de ser reconocidos y admitidos por todos; - Si busca instaurar estrategias de trabajo grupal y conjunto: La violencia tendrá pocas oportunidades de hacerse presente y los conflictos serán valorados y abordados constructivamente”[4].

La democracia en la escuela es un valor social que hay que promover decididamente con todas sus consecuencias. La escuela es, según Gantiva (1988) un lugar privilegiado para la expresión, reproducción y multiplicación de procesos democráticos en tanto ofrece la posibilidad de que todos los agentes que conforman la comunidad escolar participen en la concepción y concreción de un proyecto consensuado que sea el impulsor de la escuela. Este proceso de construcción de un proyecto común es denominado autodeterminación, y es presentado por el autor como el objetivo principal de los procesos democráticos. Por otra parte, Cajiao (1994) afirma que las dos funciones principales de la escuela son la incorporación de los educandos a la sociedad y la educación práctica enfocada a la supervivencia, el trabajo y el desarrollo de conocimientos.

En esta línea de reflexión Rodríguez (1997) considera que la escuela tiene cuatro características que hacen de ella un escenario excepcional para la construcción de una cultura democrática, a saber: ser el primer espacio de actuación pública del niño, un amplio espectro de incidencia temporal y espacial, tener nexos con otras instituciones exteriores a ella, y ofrecer al niño, niña o adolescente la oportunidad de relacionarse con una normatividad institucionalizada en la que se especifican sus derechos y deberes[5].

Citamos una fuente colombiana, ya que este país no sólo es pionero en la materia sino que también es un ejemplo internacional de muy buenos resultados.

Dewey (1997), plantea que la democracia es primordialmente un modo de vivir asociado, de experiencia comunicada de individuos que participan en un interés común; es decir, que  comparten perspectivas y necesidades susceptibles de ser satisfechas por la pertenencia al grupo. Este giro implica que la democracia no puede continuar siendo vista como un simple sistema de elección y de gobierno, sino que se debe reconocer que está constituida por modos, tipos o tendencias organizativas que determinan nuestras diferentes relaciones sociales, sustentados en un ideal y en un concepto particular del ser humano. De este modo, el autor sostiene que las instituciones educativas juegan un papel fundamental en la construcción de una sociedad democrática, pues la experiencia de los estudiantes en las escuelas es fundamental para la forma como aprendan a experimentar y a relacionarse en contextos sociales más complejos; las escuelas deben emprender todos los cambios necesarios en la reorganización de los estudios, de los métodos de enseñanza y en la administración, incluyendo una visión más amplia de la organización que aborde las relaciones entre los estudiantes y los docentes y en la vida de la comunidad educativa[6].

Para nosotros, como trabajadores docentes, una escuela democrática es el presupuesto necesario para que dueños y empleadores de una institución educativa garanticen el fiel y estricto cumplimiento de los derechos laborales vigentes individuales y colectivos, que reconoce en el docente un sujeto excluyente, y legítimo partícipe activo de la construcción de la trama institucional y de la organización del trabajo escolar, y en definitiva mejores condiciones y medio ambiente de trabajo. Es también supuesto de una escuela comprometida en educar para la libertad con responsabilidad, en el objetivo permanente de una sociedad mas justa, inclusiva e igualitaria.

El propio Perón nos dice que “…la cultura es determinante en la felicidad de los pueblos, porque por cultura debe entenderse no sólo preparación moral y arma de combate para sostener la posición de cada hombre en la lucha cotidiana, sino instrumento indispensable para que la vida política se desarrolle con tolerancia, honestidad y comprensión”[7].

Como vimos, la democracia garantiza la titularidad y ejercicio de diferentes derechos, pero también implica obligaciones, deberes y límites. Todos los actores en la realización de sus propias funciones, deben ser respetuosos de las reglas (escritas y no escritas) democráticas, con el afán de robustecer la democracia escolar.

Existen algunas posiciones extremas que proponen que los niños, niñas y adolescentes sean los actores que definan, ejecuten y evalúen todas las políticas que se lleven a cabo en el ámbito escolar. Claramente esta posición no tiene sustento fáctico, pedagógico ni democrático, en el sentido de que excluye a muchos sectores que construyen y hacen al funcionamiento de la escuela. Por tanto, la idea es que pueda edificarse un ámbito propicio donde todos los que forman parte de ella puedan ejercer plenamente sus derechos, cumplir sus obligaciones, plantear sus propuestas, reclamos, inquietudes, pero también que sean tolerantes, evitando imponer posiciones arbitrarias sin adecuada y razonada fundamentación.

En definitiva, quienes forman parte de la escuela deben tener participación efectiva en la elaboración y definición de las políticas; igualdad en el proceso decisorio;  comprensión ilustrada de los asuntos a ser tratados; control final sobre la agenda de temas  e inclusión de todos aquellos que quieran participar.

Cada uno de los puntos podría profundizarse mucho más. La intención del presente artículo es presentar los principales elementos que nos permiten hablar un mismo idioma en relación a la democratización en la escuela. Recordando lo que nos enseño Perón en la Comunidad Organizada: “…Importa, por tanto, conciliar nuestro sentido de la perfección con la naturaleza de los hechos, restablecer la armonía entre el progreso material y los valores espirituales y proporcionar nuevamente al hombre una visión certera de su realidad. Nosotros somos colectivistas, pero la base de ese colectivismo es de signo individualista, y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre, por el hecho de existir, representa. En esta fase de la evolución lo colectivo, el «nosotros», está cegando en sus fuentes al individualismo egoísta. Es justo que tratemos de resolver si ha de acentuarse la vida de la comunidad sobre la materia solamente o si será prudente que impere la libertad del individuo solo, ciega para los intereses y las necesidades comunes, provista de una irrefrenable ambición, material también… Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de realización del yo en el nosotros, apuntamos la necesidad de que ese «nosotros» se realice y perfeccione por el yo.[8]

 

Néstor Daniel Crocitto.

Secretario de Interior

SADOP Secc. Pcia. de Buenos Aires.



[1] Dahl, Robert; “La Democracia” (cap. 5: ¿Qué es la Democracia?); consultado en internet 1/08/13 link: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/cpuno/asoc/profesores/lecturas/dahl.pdf.

[2] Dahl, Robert; op. cit.; consultado en internet 1/08/13 link: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/cpuno/asoc/profesores/lecturas/dahl.pdf.

 

[3] Perón, Juan; “La Comunidad Organizada”; Instituto Nacional Juan Domingo Perón de estudios e investigaciones Históricas, Sociales y Políticas; p: 41.

[4] Arzel, Miguel Ángel; “Negociación Escolar”; Comunicación 9/08; DGCE; Provincia de Buenos Aires.

[5] Castillo Guzmán; Elizabeth; Sanchez, Carlos; “¿Democratizar la escuela o escolarizar la democracia?

 Dilemas de la socialización política en la escuela colombiana”; Consultado en internet 8/8/2013 link: http://www.pedagogica.edu.co/storage/rce/articulos/rce45_09ensa.pdf.

[6] Castillo Guzmán; Elizabeth; Sanchez, Carlos; op. cit.; Consultado en internet 8/8/2013 link: http://www.pedagogica.edu.co/storage/rce/articulos/rce45_09ensa.pdf.

[7] Perón, Juan; “Doctrina Peronista”; CS Ediciones; p: 240.

[8] Perón, Juan; op. cit.; p: 42.

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